A través de su relación epistolar
de 1930 a 1943.
“Hay obispos de oro con báculo de madera y, obispos
de madera con báculo de oro”, decía un buen amigo al recordar la vida de
los venerables obispos difuntos de nuestras respectivas diócesis, y sabía
perfectamente que esa era una
acertada afirmación. Hoy al estar aquí en este bello lugar, casa de Mamá Linda,
acompañado de altas y distinguidas personalidades y rodeado de toda esta
hermosa población que asiste a este notable evento que es la presentación del
libro del Licenciado José Iván Borges Castillo que se titula “El Arzobispo
Mariano. Nuestra Señora de Izamal en el espíritu de Martín Tritschler y
Córdova.”, quiero dirigir unas cuantas palabras a nuestro auditorio,
encaminadas a presentar en primer lugar, la relación que existe entre Tabasco y
Yucatán y en segunda, la íntima amistad del que fuera Primer Arzobispo de
Yucatán y el Séptimo de Tabasco.
La
historia nos une en común en la incipiente evangelización, es precisamente
Yucatán quien está a la cabeza de la evangelización en nuestro territorio y
fundada la Diócesis yucateca, toma al territorio de la Provincia de Tabasco
como parte de su jurisdicción, es preciso decir que, es de la mitra yucateca
donde provienen los nombramientos de los curas y párrocos para el territorio
conocido por los alcaldes mayores como “la mejor tierra que el sol alumbra”, es
decir, Tabasco.
La
presencia de Yucatán en Tabasco es sensible y perdurable, a pesar de la
fragmentación territorial que ha tenido desde su colonización española; la
capital de la provincia San Juan Bautista y la villa de Tacotalpa durante las
incursiones piráticas, han dado muestra de la no poca acción evangelizadora en
el territorio, las antiguas regiones indígenas se convirtieron a efecto en
disputa con el obispado de Chiapas, nombres como Fray Gonzalo de Salazar,
obispo de Yucatán y Fray Pedro de Feria, Obispo de Ciudad Real de Chiapa
entablaron una serie de conflictos por la posesión del territorio y de los
jugosos diezmos que obtenían de un territorio rico en ganadería y agricultura.
Si bien es cierto, durante muchos años a causa de las pocas investigaciones en
el área de historia de la Iglesia se creyó que los obispos yucatecos no
visitaban la Provincia tabasqueña por desidia o suponer un riesgo para la
salud, ya que según decía un notable religioso que “entrar a un sitio pantanoso
era no salir con vida jamás”, pero estoy completamente convencido de que las
visitas pastorales sí se realizaron en lapsos de tiempo no muy amplios y se
cumplió con los cánones del Concilio de Trento, evidencia hay de que muchos
fueron los obispos yucatecos que visitaron esas tierras de Tabasco.
Un
acierto más, lo tuvo el Ilustre Dr. Leandro Rodríguez de la Gala al prever la
necesidad de fragmentar el territorio de la Diócesis para crear el nuevo de
Tabasco y poder atender al pasto espiritual que esas regiones demandaban y por
creerlo conveniente a su pastoral conciencia. Fruto de ello es la fundación de
la Diócesis de Tabasco el 25 de mayo de 1880, a partir de ahí comenzó una larga
relación entre los prelados que distinguieron las respectivas sedes de Yucatán
y Tabasco. Tenemos referencia de Mons. Agustín de Jesús Torres y Hernández, CM
con Mons. Leandro y Mons. Crescencio Carrillo y Ancona; de Mons. José Perfecto
Amézquita Gutiérrez y Mons. Crescencio; de Mons. Francisco María Campos y
Ángeles y Mons. Juan Antonio Hernández y Rodríguez con Mons. Martín Tristchler,
y pasada la persecución religiosa con Mons. Vicente María Camacho y Moya.
La
relación con éste último fue muy abundante en el lapso de casi 10 años, antes
de 1930 no he encontrado evidencias de haberse conocido en persona, aunque la
fama de Tritschler había llegado a todos los rincones de México y seguramente
el padre Camacho conocía las peripecias que el arzobispo de Yucatán estaba
pasando. Vicente María había nacido en la ciudad de Guadalajara, Jalisco el 8
de junio de 1866, sus padres buenos cristianos fueron José Camacho y Juliana
Moya. En 1897 ingresó al Seminario Conciliar y en 1903 pasó al Seminario Mayor
Guadalupano. Recibió la ordenación sacerdotal de manos de Mons. José de Jesús
Ortiz, Arzobispo de Guadalajara el 5 de diciembre de 1909. Era un buen
latinista, canonista, y orador sagrado, hacía versos inspirados de carácter
religiosos. Pasada la persecución religiosa, retorna de Los Ángeles, para su
parroquia de San Miguel Arcángel en Guadalajara. Fue nombrado obispo de Tabasco
a fines de abril de 1930, consagrado en la catedral tapatía el 7 de mayo de ese
mismo año por el Excmo. Señor Francisco Orozco y Jiménez, Arzobispo de
Guadalajara ayudado por los obispos de San Luis Potosí y Zacatecas.
No
pudiendo entrar a tomar posesión de la Diócesis por las dificultades
presentadas en Tabasco y las leyes prohibitivas aún vigentes sobre los
ministros del culto en el código penal del Estado, tuvo que residir durante
cerca de 8 años en Guadalajara y la delegación Gustavo A. Madero cerca de la
Basílica de Guadalupe en el DF. Tras la afamada “reconquista espiritual”
llevada a cabo por Salvador Abascal y el padre José del Pilar Hidalgo, pudo
entrar en la Diócesis el 11 de diciembre de 1938, gobernando su jurisdicción hasta
el día de su fallecimiento el 18 de febrero de 1943.
La
relación epistolar entre Camacho y Moya y Tritschler y Córdova se centra
especialmente en la comunión provincial entre el Arzobispado y su sufragáneo,
el nuevo obispo de Tabasco daba por enterado al Arzobispo su elevación al
episcopado, a pesar de las continuas trabas y dificultades por la comunicación,
lograron entablar una consecutiva relación epistolar con la primera carta
fechada el 15 de mayo de 1930 en la ciudad de Guadalajara, éstas son borradores
de las originales enviadas al Arzobispo, y tenemos también las contestaciones
realizadas por el Arzobispo Tritschler; la última está fechada el 7 de enero de
1943, y aunque el prelado yucateco falleció meses antes, la carta provenía sin
duda alguna del cabildo, del canónigo y vicario capitular Lic. Manuel Loría
Rosado, agradeciendo al prelado su participación en el congreso y honras
fúnebres al extinto Arzobispo.
Estas
relaciones epistolares no se encuentran como debieran estar en el Archivo de la
Cancillería de la Diócesis de Tabasco, sino en posesión de la familia Camacho
Contreras en la ciudad de México, su disposición para catalogar y disponer esta
colección de cartas que son en total de 28 cuyo contenido parece ser demasiado
interesante como: darle a conocer los sucesos más recientes de la actividad
protestante en la zona, la milagrosa conservación del Sagrado Corazón que se
haya en la iglesia de la Santa Cruz en Villahermosa, de su participación en el
Congreso Eucarístico, de las penas sufridas en el destierro en la ciudad de
México, todas ellas contenidas en una carpeta que en la portada dice “Borrador
al Ilustrísimo Arzobispo Metropolitano de Yucatán” además de 2 poemas
sacro-históricos (un himno y un poema) y 2 relaciones sobre el estado actual
(1935 y 1939) de la Diócesis de Tabasco. Las contestaciones son 26 de parte del
Arzobispo de su puño y letra y 1 pertenece al señor canónigo vicario capitular,
cargadas de paternidad, bondad y apoyo ante las adversidades, con la
experiencia que él había llevado en sus 42 años de gobierno episcopal.
De
esta manera quiero agradecer y felicitar al Licenciado José Iván Borges
Castillo, amigo y colega, por haberme invitado a formar parte de esta mesa de
presentación de su libro y expresar estas sencillas palabras sobre la calidad y
virtud de un hombre talante como lo es el Arzobispo Mariano y al mismo tiempo
Eucarístico: Monseñor Martín Tritschler y Córdova, esperando prontamente lo
podamos venerar en los altares siendo ejemplo para nuestra Iglesia; muchas
gracias.
Discurso dictado en la presentación del libro "El Arzobispo Mariano" del Lic. José Iván Borges Castillo en la parroquia de San Antonio de Padua y santuario de Nuestra Señora de Izamal, Izamal, Yucatán el 7 de diciembre de 2013.